Gustavo Yarroch, periodista que cubre a River Plate para radio La Red y para la señal Espn, armó para mi página web este artículo donde explica los cambios que realizó Marcelo Gallardo en su equipo tras el retorno del fútbol.
Especial para vicentemuglia.com.ar:
El River de Marcelo Gallardo se transformó en “la” referencia futbolística del continente. A fuerza de títulos (siete internacionales y cuatro copas nacionales) y por el perfil ultracompetitivo que mostró en los seis años de trabajo que lleva el entrenador, es el rival a vencer por todos. Lo respetan, en muchos casos hasta le temen y lo quieren evitar, especialmente ahora que se avecina el sorteo de los cruces de los octavos de final de la Copa Libertadores, que serán este viernes 23 a las 12 de la Argentina.
En tiempos de pandemia, Gallardo reinventó a su equipo una vez más. Regresó a las fuentes al romper con la línea de tres marcadores centrales en el fondo con la que terminó la última Superliga, esa que se le escapó en la última fecha a manos de Boca, y volvió a echar mano a la línea de cuatro en el fondo. Pero ese no fue el único cambio: incluyó un atacante (Julián Alvarez) por el defensor que salió de la última línea (Robert Rojas). Potenció el rasgo ofensivo y la reconocida ambición de su equipo y eso redundó de dos maneras: River tiene mayores recursos y variantes para atacar pero a la vez se descubre y ofrece grietas atrás cuando los movimientos colectivos no son todo lo armónicos que pretende su director técnico.
Ejemplos: River presionó bien alto, con Alvarez, Rafael Borré y Matías Suárez como la primera línea para ahogar al rival, en la visita a San Pablo en el Morumbí. Y le generó muchas complicaciones al rival recuperando rápido el balón y atacando de un modo bien directo, con tres o cuatro pases para desembarcar en el área rival. Como contrapartida, la presión de River no resultó tan agresiva en el encuentro frente a Liga de Quito, en el cierre de la fase de grupos. Los tres delanteros no tuvieron la misma determinación para presionar que en aquel choque en Brasil y River jugó un primer tiempo poco convincente ante el equipo ecuatoriano, al que de todos modos le ganó 3 a 0 por la contundencia que mostró en la etapa final, sumada al error arbitral que le concedió el primer gol en posición adelantada de su autor, el colombiano Borré.
En otras palabras: el estilo de juego de River requiere de un gran compromiso de todos los futbolistas y de una concentración máxima, sin renuncios. Tal vez, el hecho de que en la noche del martes en Avellaneda sólo estaba en juego el primer puesto del grupo y no la clasificación a octavos de final, influyó para que inconscientemente River no saliera a jugar con la misma agresividad de los partidos anteriores.
Así, Liga lo incomodó durante buena parte del desarrollo: lo tomó mal parado más de una vez porque River quedó demasiado estirado en el campo, inconexo para atacar y permeable de mitad de cancha hacia atrás. Y le generó varias situaciones de gol bien claras a una defensa que además deberá acostumbrarse a jugar sin Lucas Martínez Quarta, hoy en Fiorentina y con Paulo Díaz como su reemplazante.
No es habitual que River se vea superado por sus rivales y eso fue lo que ocurrió en el primer tiempo. A Gallardo le quedó esa preocupación y sabe que su equipo deberá corregirlo a partir de los octavos de final que comenzarán el 25 de noviembre.
Al sumar un hombre en ataque con la presencia de Alvarez, todo un acierto del técnico pues con cinco goles es el goleador del equipo en la Libertadores, River juega con una mayor audacia que en el período pre-Covid19. Eso, claro, también significa que la defensa no tiene los reaseguros con los que contaba antes al haber perdido un intérprete en ese sector. Porque Gonzalo Montiel y Milton Casco se proyectan al ataque con la elevada frecuencia de siempre y ello se traduce en un conjunto que toma riesgos.
Para que esos riesgos no se le vuelvan un problema, River necesita tres cuestiones esenciales: no perder en ningún momento el grado de agresividad que quiere Gallardo a la hora de iniciar la presión, moverse como un bloque compacto para que ello también le permita recuperar el balón rápidamente luego de una pérdida y lucidez para golpear al llegar a posiciones de gol.
Todo eso no es sencillo, requiere de mucho trabajo semanal para renovar el convencimiento colectivo de manera permanente. Pero este River sabe de qué se trata. En todo caso, el valor agregado que tiene River es que está plenamente convencido de llevar adelante la propuesta de Gallardo. Esa fortaleza mental, sumada a su capacidad de desequilibrio, por lo general están por encima de ciertas fallas que lo vuelven vulnerable. Más temible que vulnerable, en realidad. Por eso Gallardo buscará reducir los márgenes de error en este mes que le quedará de trabajo antes de los mano a mano, esos duelos que tan bien le suelen sentar al equipo que hoy marca el pulso del continente.